LM: Mi pequeño Gusmán
Gusmán: (se abrazan efusivamente) Maciel
LM: Tesorito mío, has crecido tanto. Ya eres todo un hombre. Pensé que el barco que hacia África te llevaba jamás te regresaría.
Gusmán: Yo también. Vi mares de todos los colores, estuve donde el sol inaugura el día, en la espalda del mundo: Oriente. He aprendido también a besar y amar a una mujer (la intenta besar)
LM: (corre su boca) Qué haces niño.
Gusmán: No escapes a los brazos de este chongo proletario, podría embestirte y embarazarte aún cuando no hayas perdido tus hábitos de hombre.
LM: (le sirve una caña) Toma. Hoy estuvo así (junta los dedos de una mano) de rusos. Mira cómo han quedado las chicas.
Gusmán: Tú y el deporte de mentir.
LM: ¿Qué dices?
Gusmán: Que he pasado por la Colorada, estaban todos allí. Mentirosa como mi madre.
LM: No voy a permitir que hables así de la Pecho de Palo. Tu madre era un ser fantástico, su realidad era la del espíritu. Ella había logrado ... ¿cómo decirlo? ... desmaterializarse. ¡Eso!, había desencarnado. Ya no había hombre que pudiera herirla.
Gusmán: Recuerdas que había convencido al pianista de La Colorada para que me diera lecciones de piano. Yo era tan pequeño que sentado en el taburete no llegaba los pies al piso, y con mis dedos no podía armar una octava.
LM: (le agarra la mano) Y ahora tan masculinas, tan callosas podrían romper con un simple apretón los huesos de una mujer. Ella estaría tan orgullosa de ti.
Gusmán: Te equivocas. (le suelta la mano) Ella jamás hubiera querido al cobarde en el que me he convertido. Estoy empleado en la usina del puerto, cobrando un sueldo que cansa pero que no alcanza. Como dijo Edmundo Giampaolo, el dirigente de nuestra agrupación: "Los que damos luz a la ciudad, no vemos la luz del día". Eso es lo único de lo que puedo sentirme orgulloso, haberme enrolado en la RGT.
LM: ¿La Raúl Gonzalez Tuñón?
Gusmán: La semana que viene, haremos un apagón y asaltaremos la comisaría veintidós. Llenaremos nuestros bolsillos de las armas que apagarán con fuego el infierno en el que vivimos. Necesitaremos luego esconderlas. Por eso, he pensado que podríamos guardarlas aquí. ¿He pensado bien?
LM: Sí si quieres desperdiciar tu vida. Vete de aquí, haré de cuenta que no he escuchada nada.
Gusmán: (se acerca) ¿No piensas ayudarnos?
LM: (se da vuelta y le pega una cachetada) No puedo creerlo, tan estúpido vendrías a ser. Poner tu vida en manos de esos miserables ¿puedes ser tan ingenuo?
Gusmán: (levanta la mano para una cachetada) No me obligues
LM: Adelante.
Gusmán: (comienza a subir las escaleras para irse)
LM: Ven aquí, ven aquí. ¿Cuántos días serían?
Gusmán: Sólo el día del asalto.
LM: Está bien hijo. Regresas después de seis años, y pretendes que ponga en riesgo mi vida y la de las chicas. Te odio, a ti y a todos los hombres. Pero prométeme que luego del apagón abandonarás la RGT.
Gusmán: Te lo prometo.
LM: Ah y una cosa más. No te vayas sin tocar la pieza que a tu madre tanto le gustaba oír.
Gusmán: (se sienta al piano) Los años sòlo han arrimado màs belleza a tu rostro.
que la noche se viene
a tus ojos dormir
que en tus brazos
descansan
los hombres
del mar
LM: Bravo hijo, si hay algo que encontrarás aquí es paz social, paz social.
(Las chicas comienzan a despertarse y comienza la canción del lupanar. Canta Judith, el resto de las chicas conforma un coro)
En esta isla
Todo es mentira
Brillos opacos
Joyas de fantasía
Envuelven un cuerpo
que es mercancía
Lu-pa-pa-pa-pa-nar
(coro de las chicas)
Falsas promesas
Brazos cansados
Una esperanza
Con billetes contados
Lu-pa-pa-pa-pa-nar
(Vendan los ojos de Gusmán, y arman una ronda con la venda alrededor suyo. )
Gusmán: Rava, recuerdo que mi madre, siendo aún yo un niño me hizo pasar contigo para convertirme en hombre.
Rava: Con estas vendas pareces un musulmán, ven sultán de las pampas
Gusmán: Recuerdo que tu me arrinconaste, y yo logré zafarme de tu abrazo. Debo confesarte algo Rava.
Rava: Y yo te respondí “no hace falta Gusmán”
Gusmán: Sufro de la peor vergüenza de la que podría sufrir un hombre. (se baja los pantalones) La desgracia y la humillación cuelgan de mi entrepierna: tengo el pene infans.
Rava: Un pene del tamaño de un dedo meñique: el peñique. Y eso que yo, de niño, era el que más lejos orinaba.
Gusmán: ¿Eso dije?
Rava: Sí
Gusmán: Después, cuando la vergüenza se alojó en mi cuerpo, ya no me atrevía a orinar ni siquiera delante de mí mismo.
Rava: Recuerdo que yo te corté un hilo que llevabas colgando
Gusmán: Sí, mi madre me había hecho un piolín con tripa de cabra, con cuentas como las de un rosario para alentar mi desarrollo. Ella decía que si alguna hormona llegase a despertar, el piolín guiaría su camino a la adultez.
(La Rava lo lleva hacia la bañera. Con la esponja limpia la entrepierna de Gusmán)
Rava: Así que estás en la RGT.
Gusmán: Sí, aunque no soy yo verdaderamente. Son las fuerzas históricas que operan a través de ciertas partes del cuerpo social. Todo es social Rava, hasta tu cuerpo lo es. Tu cuerpo es escenario de las contradicciones sociales.
Rava: ¿Qué dices?
Gusmán: Que tu cuerpo ha sido tan trabajado como esta bañadera, pero para despertar el deseo de los hombres y ser consumida por turnos. Rava debes sumarte al engranaje de la transformación, al envión de la historia. Es con nuestro trabajo pero también con nuestro cansancio como se sostiene nuestro sometimiento. No nos quedan fuerzas para pensar ni resistir. Acabaremos con las estructuras verticales que aseguran del dominio de unos pocos, horizontalidad, horizontalidad con horizontes. (acaba)
¿Vos también acabaste?
Rava: Sí Gusmán. Mañana parte un barco para el Paraguay. Pensé que quizás podrías llevar la transformación allí, la selva siempre ha sido hospitalaria con los revolucionarios, y yo podría atender la casa, el río y mis cuidados como señora tuya.
(golpes. Baja LM)